domingo, febrero 25, 2007

Mis padres son analistas. Eso, dependiendo del contexto o la situación, está bueno o es terrible, tanto como para ir a terapia a hablar de tus padres terapeutas. Ayer sufrí otra interpretación despiadada del Dr Padre. Luego del amuerzo del sábado, propusieron muy animados mostrarle a mi novio las fotos de mi fiesta de 15, donde por supuesto no era yo, sino una niña con tocado español hecho por dos peluqueras que eran campeonas nacionales del peinado (eso es para profundizar en otro momento).
Tuve una pequeña baja de presión pero terminé aceptándolo con la condición de que viera solo las que yo quería, o sea, de todo el álbum tres o cuatro.
Mi viejo lo tomó muy a mal, interpretando que estaba negando parte de mi experiencia real vivida, que era normal que me viera horrenda en las fotos, que no estaba bien que me riera de todo eso que ellos habían pagado con tanto esfuerzo, que él hasta se había teñido para disimular sus canas(...) Todo esto, discutiendo mientras mi novio se deleitaba viéndome protagonizar una de las escenas más bizarras de mi vida: posar con el vestido al lado de una estatua que tiraba agua por la boca. Ya de muy mal humor terminé desvirtuando la charla con una frase más hiriente que las mísmisimas fotos: " Yo hubiera preferido un viaje a Londres".
Y acá es cuando pasa siempre lo mismo con las interpretaciones de mis padres. Hay como una cierta bajada de línea a aceptarse como uno es.
Después mientras mi novio miraba una serie japonesa, empecé a recopilar datos sobre mi persona, un justo equilibrio entre lo que borraba y aceptaba, para construirme .
Traté de escribir algo acerca de quien soy, pero por supuesto salío nada más que este texto y una mínima reflexión: más allá del tocado de los 15, vi sesenta y siete veces La novicia rebelde y antes de estar de novia fui a reuniones de "solos y solas".