miércoles, abril 01, 2009

Lo miro y no sabe si acercarse y besarme o esperar a que lo bese.  Pero se acerca y me dice que está convencido de no lo voy a hacer porque le tengo miedo.
Sostengo la mirada y mis ojos gigantes hacen que baje la suya.  Pero de vez en cuando mira de reojo y se rie. No le tengo miedo, pero si a el le gusta pensar eso para sentirse más varón , entonces juguemos a eso. Juguemos a todo.
Hablamos mucho de nada,  tomamos vino, nos quedamos callados, tomamos más vino y escuchamos The Stooges. Yo me levanto y pongo "Search and Destroy". Le digo que me gusta Iggy Pop. Me dice que el cree que a mi me gustan los intelectuales. Yo ni lo admito ni lo niego. El dice que soy mentirosa y yo digo que me gusta inventar cosas, que no es lo mismo. Le miro el pelo, o se lo cortó o se hizo algo, que se yo, la última vez que lo vi le habían puesto un revólver en la cabeza y terminé durmiendo en su cama, vestida, abrazándolo. Pero eso fue hace años. Ahora volví a su casa, fumamos y está surgiendo algo maravilloso.

-"¿Pedimos comida? No sé que pedir, vos no comés harina. Podemos llamar al chino de acá".

Me pasa la mano por la espalda. Podría estar explotando la ciudad, que el seguiría así,  improvisando donjuanismo. Porque quiere ser único, lo se, y quiere que yo también lo sea. Mostrarme ante sus amigos, hacerme ver sus películas, escuchar su música, coger como se coge con las novias, que  le haga tes de miel y todas esas cosas que la gente hace cuando casi no duda.
Pero le gusto tanto que es incapaz de darme ese poder porque piensa que abusaría . Y tiene razón.
Amar hasta odiarse. Algo que se inaugura entre nosotros. Ni genuino, ni decente, ni ruidoso pero veloz.

-"No te muevas que te quiero mirar a los ojos" .

Y así permanecemos en un simulacro de seducción eterna.